miércoles, 21 de diciembre de 2011

IMAGINA QUE IMAGINAS

Ribbons. Galería La Caja Negra.
C/ Fernando VI, 17, 2º C.
My Ross Island. Galería Max Estrella.
C/ Santo Tomé 6, patio.

Ana María Lirón de Robles García


Nico Munera, murciano de 37 años, presentó en Madrid dos exposiciones Ribbons y My Ross Island. La primera, en la galería La Caja Negra, se presenta una serie de pintura abstracta minimalista presentando figuras geómetras en diferentes tonos cromáticos. Pinturas repetidas con variantes en el color, pero siguiendo siempre una misma gama. El guiño al espectador se presenta en forma de proyección, en el que se repite constantemente, y con un sonido mecánico, la misma imagen en tonos rosados. Al principio puede parecer una tomadura de pelo, pero si observas detalladamente se puede observar que no es más que la presentación de una marca, de la marca “Munuera”. No hay más que indagar un poco en sus trabajos anteriores, para observar que es una repetición de la serie de No Flags, por ejemplo, en la que reinterpretaba con su propio estilo banderas de diferentes nacionalidades. Esta vez, dándose una vuelta a él mismo, ha creado esta serie. Por lo tanto, se podría considerar como un intento del artista de crear una asociación visual a su obra, en el que las líneas anchas con diferentes cromatismos sean sinónimo de él mismo.

En My Ross Island, a partir de documentación fotográfica y cinematográfica, se pone en el lugar de uno de los supervivientes de una de las primeras expediciones en el polo sur llevada a cabo por Sir James Clark Ross, cuando su barco Endurance quedó atrapado en el hielo y sobrevivieron veinte meses sin ninguna baja. Munuera, desea ponerse en la piel de esta tripulación y ser capaz de ver lo que ellos vieron durante estos meses trágicos. Nos explica, desde su lenguaje abstracto, su visión de aquel paisaje gélido. Pinturas cromáticas, con predominancia del blanco, pero no el blanco del lienzo, sino blanco pintado, cuyas grietas características del óleo simulan el resquebrajamiento del hielo. Pequeños toques de color que te hacen suponer que en el horizonte hay algo, quitando parte de ese sentimiento de soledad que te transmiten los cuadros de la serie, o quizás ayudando a que ésta aumente, al ver pequeños moteados, que te hacen suponer que es el barco a la deriva, rodeados de hielo y nieve y sin opción de encontrar la salida.

Estas dos exposiciones, aunque con un lenguaje abstracto similar, en las que se muestran dos series en las que el visitante tiene que imaginar, son diferentes en cuanto al discurso se refiere. En la primera se vende a Munuera, una marca que él ha creado y que quiere que se relacione con él, una exposición dirigida claramente al mercado. Y en la segunda, nos encontramos ante un discurso más poético, basado en hechos y sensaciones reales, sentimientos que quiere transmitir al espectador a través de sus pinceladas. Exposiciones para todo tipo de visitantes y, sobre todo, gustos dispares. Obligar al espectador a imaginar es una labor arriesgada, por eso, ambas exposiciones te permiten salir de allí con un veredicto, a favor o en contra del artista, pero siempre con una opinión.

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