miércoles, 21 de diciembre de 2011

IMAGINA QUE IMAGINAS

Ribbons. Galería La Caja Negra.
C/ Fernando VI, 17, 2º C.
My Ross Island. Galería Max Estrella.
C/ Santo Tomé 6, patio.

Ana María Lirón de Robles García


Nico Munera, murciano de 37 años, presentó en Madrid dos exposiciones Ribbons y My Ross Island. La primera, en la galería La Caja Negra, se presenta una serie de pintura abstracta minimalista presentando figuras geómetras en diferentes tonos cromáticos. Pinturas repetidas con variantes en el color, pero siguiendo siempre una misma gama. El guiño al espectador se presenta en forma de proyección, en el que se repite constantemente, y con un sonido mecánico, la misma imagen en tonos rosados. Al principio puede parecer una tomadura de pelo, pero si observas detalladamente se puede observar que no es más que la presentación de una marca, de la marca “Munuera”. No hay más que indagar un poco en sus trabajos anteriores, para observar que es una repetición de la serie de No Flags, por ejemplo, en la que reinterpretaba con su propio estilo banderas de diferentes nacionalidades. Esta vez, dándose una vuelta a él mismo, ha creado esta serie. Por lo tanto, se podría considerar como un intento del artista de crear una asociación visual a su obra, en el que las líneas anchas con diferentes cromatismos sean sinónimo de él mismo.

En My Ross Island, a partir de documentación fotográfica y cinematográfica, se pone en el lugar de uno de los supervivientes de una de las primeras expediciones en el polo sur llevada a cabo por Sir James Clark Ross, cuando su barco Endurance quedó atrapado en el hielo y sobrevivieron veinte meses sin ninguna baja. Munuera, desea ponerse en la piel de esta tripulación y ser capaz de ver lo que ellos vieron durante estos meses trágicos. Nos explica, desde su lenguaje abstracto, su visión de aquel paisaje gélido. Pinturas cromáticas, con predominancia del blanco, pero no el blanco del lienzo, sino blanco pintado, cuyas grietas características del óleo simulan el resquebrajamiento del hielo. Pequeños toques de color que te hacen suponer que en el horizonte hay algo, quitando parte de ese sentimiento de soledad que te transmiten los cuadros de la serie, o quizás ayudando a que ésta aumente, al ver pequeños moteados, que te hacen suponer que es el barco a la deriva, rodeados de hielo y nieve y sin opción de encontrar la salida.

Estas dos exposiciones, aunque con un lenguaje abstracto similar, en las que se muestran dos series en las que el visitante tiene que imaginar, son diferentes en cuanto al discurso se refiere. En la primera se vende a Munuera, una marca que él ha creado y que quiere que se relacione con él, una exposición dirigida claramente al mercado. Y en la segunda, nos encontramos ante un discurso más poético, basado en hechos y sensaciones reales, sentimientos que quiere transmitir al espectador a través de sus pinceladas. Exposiciones para todo tipo de visitantes y, sobre todo, gustos dispares. Obligar al espectador a imaginar es una labor arriesgada, por eso, ambas exposiciones te permiten salir de allí con un veredicto, a favor o en contra del artista, pero siempre con una opinión.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

E S P A C I O

Lygia Pape. Espacio imantado.

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Ana Domínguez Cao

Gran parte de la profusa y excelsa obra de la artista brasileira Lygia Pape (Río de Janeiro, 1927-2004), ha sido acogida estos últimos meses en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Una oportunidad única para acercarse a una de las figuras más representativas del arte de vanguardia de Brasil, tan fecundo durante la segunda mitad del siglo XX. En lo que es la primera exposición monográfica celebrada en Europa sobre la artista.

Es la ocasión perfecta de seguir la evolución de su trayectoria artística, la cual permite, a su vez, conocer a partir de una parte importante que compone el todo, lo que se ha ido formando en el arte contemporáneo de Brasil.

Desde los años cincuenta en que Pape formaba parte del Grupo Frente, de cuyo espíritu bullían obras abstractas influenciadas por el arte concreto surgido en Europa años atrás de la fundación del Grupo; encontramos sus primeras piezas geométricas, cromáticamente estudiadas, donde el soporte es variado, adecuado a la intencionalidad de la artista.

El Grupo Frente va a cambiar el rumbo de su trayectoria, va a tornar su fidelidad al arte concreto hacia un nuevo movimiento cuyo interés se centra en el espacio, en la integración de la obra en el espacio. Otorgan valor a lo experimental utilizando como material el generado por sus experiencias en un país que se veía sumido a continuos cambios políticos que, a menudo, tentaban contra la libertad del pueblo.

Ese cambio se ve reflejado en la obra de la artista que nos ocupa, Lygia Pape, una de las más reconocidas y brillantes del panorama brasileiro.

Performances como Divisor, de 1968, interpretado en el MNCARS el 25 de mayo de este año, muestra ese objetivo de la artista de integrar la obra en el espacio y, en este caso, de implicar al espectador en la misma.

Ovo, del mismo año que Divisor, implica de nuevo a la persona, que experimenta una forma de nacimiento a través de un cubo de tela en medio de un escenario brasileiro.

Es quizás la serie de Ttéias su obra más emblemática, puesto que llegará a realizar, desde su primera representación al público en 1979, varias versiones de la obra a lo largo de los años noventa.

Los hilos de las Ttéias, dispuestos en una sala de exposiciones, semejan rayos de luz materializados y congelados en el tiempo. De nuevo el espacio, sus múltiples posibilidades y la libertad de la artista para incorporar la materia en él.

Lygia Pape trabaja de forma circular; una cuestión alimenta y ayuda a resolver la problemática de otra.

Su obra pues está viva, evoluciona, cambia, desde sus primeras revelaciones en los años 50 hasta sus últimas manifestaciones se ha alimentado de la visión poética de la artista, de su sensibilidad para ver el mundo que la rodea.

martes, 22 de noviembre de 2011

ESTIMADOS ALUMNOS,
SI EL POST-OPERATORIO SIGUE POR BUEN CAMINO PODRÍAMOS RETOMAR LAS CLASES EL JUEVES 24. TENDRÍAMOS TRES HORAS DE CLASE PORQUE RECUPERARÍAMOS LA QUE SE CAMBIÓ CON EL PROFESOR DE MITOLOGÍA
fernando castro flórez.

sábado, 19 de noviembre de 2011

ESTIMADOS ALUMNOS NO TENDREMOS CLASE LA SEMANA PRÓXIMA PORQUE, AUNQUE LA OPERACIÓN HA SALIDO BIEN, ESTOY DE BAJA Y ME RESULTA IMPOSIBLE DESPLAZARME A LA UNIVERSIDAD Y MUCHO MENOS TRATAR DE DAR UNA CHARLA MÍNIMAMENTE DIGNA. PONDRÉ AQUÍ EN EL BLOG LA FECHA EXACTA EN LA QUE VOLVEREMOS A TENER CLASE.
CON MIS SALUDOS MÁS CORDIALES.
fernando castro flórez.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El arte del "Todo vale"

Patricia Vasco Campos

Grupo 110

JIMÉNEZ, José: “Arte es todo lo que los hombres llaman arte”, en Teoría del Arte. Madrid. Editorial Tecnos Alianza. 2002.


La afirmación de que algo es artístico es completamente subjetiva puesto que no hay una definición exacta de lo que es “arte”. Utilizando esto como argumento central, José Jiménez recalca lo complicando que es definir el sentido del “arte” en su sentido más puro en su artículo Arte es todo lo que los hombres llaman arte. Nadie hasta el momento ha podido dar una definición única y explícita sobre la concepción de este término. Esto da a entender que la idea de arte es algo abstracto y como tal, pueden incluirse en él elementos varios sin que nadie pueda espetar que no pertenecen a esa rama. El arte es un “todo vale” desde el punto teórico, aunque en la realidad cada espectador tiene una concepción muy clara de lo que significa para él esta expresión.

A muchas “obras de arte” les falta la producción, la realización, la elaboración, lo que los griegos llamaban “poíesis”. Por lo tanto, no dependen del artista, de su creatividad, de su imaginación, de su sensibilidad, sino únicamente de los ojos que miran y del renombre que tenga el artista, puesto que el público, por no quedar en completo ridículo ante una creación de un artista famoso, decide divagar y pensar que son obras de arte cuando, quizá, la exposición sea una simple crítica a la incultura del espectador. Así, el Cuadro Negro de Kasimir Malevich se ha hecho tan famoso, no es la obra en sí lo que ha hecho de ella una obra de arte, sino lo que la gente ha dicho de ésta. Este tema fue abordado por Susan Sontag en su Argumento sobre la belleza, donde se plantea este problema de ignorancia y de falta de crítica ante las distintas exposiciones, una falta total y absoluta de opinión ante lo que se tiene delante.

Todos los días se encuentran periódicos donde la gente envía sus creaciones para que todos puedan admirarlas mientras van leyendo en el tren de camino a sus quehaceres o mientras se toman el desayuno y, sin embargo, estas imágenes no captan la atención del lector más de cinco segundos, antes de pasar la página y volverse a encontrar con otra imagen que de nuevo se pasará por alto. Pero, ¿y si la fotografía estuviera expuesta en una galería? La gente se quedaría al menos unos minutos observándola con detenimiento esperando descubrir lo que el autor ha querido capturar.

Otros aspectos también han permitido una nueva consideración de la obra de arte. Al poder reproducir la imagen tantas veces como se quiera (a través de fotografías, en los buscadores de Internet, en las revistas…) las obras de arte van perdiendo su valor. Esta es la opinión de John Berger en Modos de ver. Otros grandes nombres del mundo de la filosofía y la crítica como Walter Benjamin están de acuerdo con esta afirmación. Para Benjamin, la industria de la reproducción se lleva una parte imperceptible de cada obra de arte, algo que corresponde al contexto en el que se han llevado a cabo y que probablemente sólo encuentra significado pleno en el autor de las mismas. Se pierde el sentido: la reproducción es idéntica pero la copia carece de algo que Ortega en La deshumanización del arte (1925) enuncia así: “Un cuadro, una poesía donde no quedase resto alguno de las formas vividas, sería ininteligible, es decir, no serían nada, como nada sería un discurso donde a cada palabra se le hubiese extirpado su significado habitual”.

Para el filósofo alemán, la posibilidad de repetir una y otra vez una misma obra de arte consigue que el público la vaya adoptando como propia y acabe por interiorizarla y aceptarla como objeto artístico, aunque en un primer momento la rechazara. “La reproductibilidad técnica de la obra artística modifica la relación de la masa para con el arte. De retrógrada, frente a un Picasso por ejemplo, se transforma en progresiva, por ejemplo cara a un Chaplin. Este comportamiento progresivo se caracteriza porque el gusto por mirar y por vivir se vincula en él íntima e inmediatamente con la actitud del que opina como perito. Esta vinculación es un indicio social importante. A saber, cuanto más disminuye la importancia social de un arte, tanto más se disocian en el público la actitud crítica y la fruitiva. De lo convencional se disfruta sin criticarlo, y se critica con aversión lo verdaderamente nuevo”, comenta Walter Benjamin en La obra de arte en su época de reproductibilidad técnica.

Cuando una obra de arte se expone, la concepción del espectador se torna menos crítica. ¿Es verdaderamente la escultura Fontaine de Marcel Duchamp una obra de arte? Llegados a este punto conviene pararse a reflexionar ante las dos posibilidades que se abren: que no se sepa valorar el arte cuando no se tiene bajo una vitrina o que ahora “todo valga” y, como bien dice el título del capítulo estudiado, “arte es todo lo que los hombres llaman arte”.

Las dos alternativas son igual de peligrosas. Que los hombres no valoren lo artístico si no se les dice que es arte es algo funesto para el desarrollo de éste puesto que el público se convierte en un rebaño de ovejas y obedece a lo dicho por los pastores (los artistas). Por tanto, los verdaderos artistas tendrán que luchar, no sólo contra una sociedad ignorante, sino también con personas que se hacen llamar “artistas”. En contraposición a esto, que “todo valga” tampoco es bueno puesto que no todo es arte y si no existe una diferencia no tendría sentido hacer nuevas creaciones porque bastaría irse al campo y observar cómo pastan los caballos para ver en ello algo artístico, eso sí, esta vez sin la firma de ningún autor.

Es muy importante conocer lo que es “arte”, no tanto como una definición estricta, sino más bien como una definición propia. Así, el propio público (si tuviese este criterio) rechazaría muchas de las producciones que hoy son consideradas “obras de arte”. El autor se daría cuenta de ello y dejaría de ir por ese camino que es evidente que no ha funcionado. De este modo, al crear el público mismo una definición de lo artístico (sin llegar a ponerle límites), la puerta a nuevas técnicas e ideas quedaría abierta para los artistas y éstos, al mismo tiempo, sabrían que se ha acabo el tiempo de vivir del cuento.

La publicidad no se ha quedado atrás con respecto al arte. Algunos anuncios son considerados artísticos y, cierto es, no sin merecerlo. Se valen en muchos casos de obras ya consagradas para llamar más la atención del público. Sin embargo, su actividad no se ha centrado únicamente en este punto, sino que también ha influido de forma espectacular en la sociedad actual y, como consecuencia, también en el arte.

La sociedad de consumo no sólo se puede apreciar en la necesidad de comprar productos que no son necesarios, sino también en que se pretende masificar, hacer llegar a todo el público todos los productos. No importa si ya se tiene el producto, más tarde llegará la necesidad de cambiarlo de color, de forma, poseer el nuevo modelo o alguna aplicación distinta. No únicamente se han conseguido generalizar las compras sino también que se siga la tendencia de “multiplicar” todo lo que se tiene alrededor. Existe la necesidad de querer siempre más y, por eso mismo, el arte ha encontrado una nueva puerta: todo vale porque todo se quiere.

Esto no es nuevo. Ya en el siglo XV, con el desarrollo de la pintura al óleo, se describían con total veracidad las cosas tangibles, todo aquello que se podía tener entre las manos. Por eso mismo esta pintura tuvo tanto auge: representaba fehacientemente. Aquí es donde radica la mayor diferencia con respecto a la publicidad: en la pintura al óleo se mostraba lo que su dueño estaba disfrutando ya, lo que poseía, para sentirse orgulloso de ello; mientras que en la publicidad se juega con el ensueño, con lo que se podría tener o en lo que uno se podría convertir si comprara los productos que se ofrecen. John Berger diría en su libro Modos de ver: la publicidad es la vida del capitalismo.

La publicidad condiciona a la mayoría de la población. Todos están bombardeados por miles de imágenes y de anuncios al día. Aunque haya gente que no caiga apenas en las redes de este nuevo método de compromiso con respecto al consumo, al final siempre son corroídos por éste de una u otra manera. Los anuncios consiguen que se llenen sus casas de artículos que, muchas veces, ni se llegan a estrenar. Las mujeres tienen distintos tipos de crema para que cada parte de su cuerpo; los hombres, se empeñan en cambiar de automóvil cada cierto tiempo porque cada mes hay coches mejores. Y así hasta que la publicidad quiera.

A día de hoy se consume mucha publicidad basada en las antiguas y clásicas obras de arte, usando los ejemplos de las esculturas griegas para adoptar las mismas poses, creando una imagen que resulta más familiar de lo que gustaría reconocer. El capitalismo que genera la publicidad, las ansias de poder poseer todo lo que se quiere es lo que hace que el arte se expanda de una manera estrepitosa: se han quedado cortas las obras de la antigüedad y en la actualidad se necesitan nuevas cosas que “tener” al menos en la vista durante un instante.

Así, todo se masifica y “todo vale” porque todo se quiere. No hay criterio, es una especie de síndrome de Diógenes en el arte: no importa si es bueno o malo, a mí me sirve. La desaparición del valor cultural de los objetos artísticos favoreció la reproducción de las obras artísticas, pero también eliminó con esta democratización del arte, como dijo Walter Benjamin, “el instante, lo inaproximable, la manifestación irrepetible de esa lejanía”.

Cada época ha entendido como “arte” cosas muy diversas. Sin embargo, el problema reside en que en muy poco tiempo se han adquirido muchas nuevas formas de crear arte (fotografía, publicidad, cine, cómic…) y que ha producido la dificultad de diferenciar lo que es arte de lo que es innovación. “Pretender delimitar qué es una obra de arte es una empresa vana, condenada al fracaso”, como diría el propio José Jiménez. De ahí el problema de que una fotografía de algo cotidiano como la escultura antes citada de Duchamp sea consideraba una obra de arte. No sólo la escultura en sí es arte, ahora también su representación fotográfica. Ya va siendo el momento de dejar de “hacer” arte y empezar a “crearlo”.

“Experiencia y estudio, estos son los preliminares del que hace y del que juzga. Exijo después sensibilidad”, dijo Diderot. De este modo no sólo se necesita conocer la teoría de cómo crear una buena exposición, sino también se tiene que ser sensible a lo que se crea. Los artistas siempre han sido considerados como gente sensible, mientras que ahora parece que esa cualidad se está perdiendo. ¿Ahora qué cualidad es necesaria para ser considerado un artista? La respuesta es simple: ninguna.

Todas estas nuevas formas de creación muestran un arte vivo, no anclado a lo clásico, un arte dinámico y ligado a la vanguardia. Esto es lo que muchos artistas han querido plasmar en sus obras: la vitalidad del arte. Sin embargo, no hace falta resaltar la vida para darse cuenta de que el arte no ha muerto. Ver caballos en un establo no demuestra que el arte esté vivo, pero sí que se demuestra cuando se hacen nuevas exposiciones y la gente se amontona en las puertas para entrar a verla. “El hombre debe ser definido como un artista universal”, diría Ficino. Con esto pretende expresar que todos pueden crear, que todos son artistas desde siempre y para siempre, aunque no todo el mundo sepa hacerlo. Todos son artistas, pero no todos pueden serlo. Parece que la sociedad está siguiendo lo dicho que ya en el siglo V adelantó Casiodoro: “Nosotros podemos hacer, pero no podemos crear”.





miércoles, 9 de noviembre de 2011

HUNDIÉNDOSE EN LAS FRÍAS AGUAS POLARES…

NICO MUNUERA: Galería La Caja Negra, C/ Fernando VI 17, 2º izquierda.

NICO MUNUERA: Galería Max Estrella, C/ Santo Tomé 6, patio

Por: Ana Fernández Sánchez

Nico Munuera (1974, Lorca), vuelve a repetir, como en el 2008, con dos exposiciones simultáneas, en las galerías Max Estrella y La caja Negra. My Ross Island y Ribbons son las nuevas obras que nos trae el artista a Madrid. Y hay que decir que las dos son muy diferentes entre sí; Una de ellas está inspirada en la isla Ross, isla que fue el punto clave en las primeras expediciones que se hicieron al Polo Sur y el principal objetivo de Sir Ernest Shackleton, en 1914, cuando intentaba ser el primero en cruzar a pie el continente antártico y parece ser, viendo la exposición, que Munuera comparte objetivo, el Polo Sur, pretende hacernos creer que la pintura emerge del hielo, que nace de las profundidades del mar helado, deseando ver la luz y consiguiéndolo. El blanco impoluto de las paredes que se funde con el mismo tono de fondo de los cuadros, es “manchado” por Munuera, haciendo que el contraste de los brillantes y llamativos colores de las pinceladas sea mucho más explosivo e impactante que si por ejemplo, las paredes hubieran sido de otro color distinto al blanco. Pero por otra parte tenemos Ribbons, totalmente diferente. Pasamos de la explosión de color, del frío polar, y del paisaje helado a una serie de cuadros que transmiten tranquilidad y armonía. Es como si una brisa de colores suaves inundara las paredes. Colores dispuestos verticalmente, superponiéndose unos a otros. Lo que nos puede recordar a uno de sus antiguos trabajos “No Flags”, obra que a pesar de representar banderas, podríamos mezclarla perfectamente con Ribbons y seguramente nadie se daría cuenta ni notaría el “error”. A diferencia de la otra exposición, el objetivo de Munuera en esta obra no lo tengo nada claro, pero lo que parece estar claro es que, haya que interpretar algo o no, esta forma de disponer los colores le funciona, porque si no, no hubiera repetido la “táctica”. Yo miraba los cuadros, me acercaba incluso demasiado a ver si escondían algo pero interpretar la verdad es que no pude interpretar mucho. No saque un doble sentido, alguna idea clara o un simbolismo, eso sí, para mi estar dentro de la galería envuelta en esas maravillosas combinaciones de colores, rodeada de calma y armonía, me mereció la pena. Son cuadros que yo si pudiera compraría. Porque me transmiten paz, porque pienso que esos colores no te pueden transmitir nada que no sea relajación y despreocupación. Para concluir, pensándolo bien, parece que fueran tan simples que un niño de seis años pudiera ponerse a la altura de Munuera, y así de paso, ahorrarnos un dinerillo. Seguramente haya mucha gente que sienta que, el poco frío que les transmitió My Ross Island, ya se encargó Ribbons de transmitírselo y que tal vez Ribbons quedara más bonito expuesto en mitad del Polo Sur, a disposición de las focas y demás fauna antártica, y con un poco de suerte terminaría hundiéndose en las frías aguas polares...

CAÓTICA LYGIA.

LYGIA PAPE: Espacio imantado Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Por: Ana Fernández Sánchez

Alrededor de unas 250 piezas es el número que se ha conseguido reunir en esta exposición del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, dedicada a la reconocida artista brasileña Lygia Pape (1927-2004). Gracias a la recopilación de estas obras conseguimos hacer un recorrido por algunas de las obras más conocidas o importantes de la artista, incluida dentro del arte Neoconcreto y uno de los principales nombres de este tipo de arte en Brasil. Pintura, collages, poemas, documentos, xilografías, relieves, videos y fotografías… son algunos de los aspectos que abarca esta gran exposición. Nos encontramos desde cucarachas caramelizadas hasta haces de hilos metálicos cruzando la sala. Y con lo primero que nos topamos es con un círculo en el suelo hecho a base de cuencos rellenos de líquido de colores llamativos, a disposición del público. Unas fotos nos muestran lo que “hay que hacer”, ¡Hay que probarlo! Esto ya nos da pie a pensar que algo “grande” nos espera si seguimos avanzando. Elementos extraños o difíciles de interpretar es con lo que en muchas ocasiones nos topamos y es que, una de las cosas que encontramos es una vitrina que encierra cucarachas caramelizadas, enfrente de una gigantesca pantalla en la que aparece la masa humana, avanzando al compás, apareciendo y desapareciendo cabezas sin la más mínima importancia o preocupación. Geometría, debía de encantarle a Lygia, desde el “ballet neoconcreto” hasta el libro de la creación, una enorme pared cubierta por 365 “cuadraditos” cada uno con una decoración diferente. Aunque está claro que Lygia era una gran artista y que esta oportunidad de la que goza Madrid al poder ver gran parte de su producción de “una tirada”, es una maravilla, a mí hubo un momento en el que ver tantas cosas diferentes, pasar de una luz “cegadora” a una oscuridad casi completa, acompañado por una constante mezcla de sonidos incoherentes, que no sabía a qué video pertenecían o de donde salían, como el llanto de un bebé que te “taladraba” hasta quedarte incrustado en lo más profundo del cerebro llegó a aturdirme tanto que, sentí un gran deseo de salir “pitando” a la calle. Hasta la Gran Vía en plena víspera navideña me habría parecido más relajante que aquellas cuatro paredes infernales. Demasiados videos, demasiada oscuridad, demasiado sin sentido en general. No sabía dónde detenerme ni a que prestar más atención. Podía tirarme varios minutos con los auriculares que te proporcionaba el museo, atenta y con mis cinco sentidos observando un video, que cuando lo dejaba era por desesperación de no saber lo que querría decir, o demostrarnos con ello. Tal vez no fuera una buena idea mezclar los diferentes estilos o trabajos de la artista siendo todos ellos tan diferentes. O tal vez fuera la disposición, el “atrezzo” lo que fallaba, claro que todas esas cuestiones eran “culpa” del museo. En cualquier caso tengo dos cosas claras; Tengo claro que salí de allí con las ideas e imágenes en mi cabeza todas revueltas, pero tengo claro que volvería a ver la exposición adentrándome en ese “mundo” caótico, sin ninguna duda.

CONVERTIR LO ORDINARIO EN ALGO MÁGICO Y SOBRENATURAL.

GREGORY CREWDSON: "Sanctuary." Galería La Fábrica, C/ Alameda, 9, Madrid


Por: Ana Fernández Sánchez


Gregory Crewdson (Brooklyn, 1962) En su nueva obra, "Sanctuary", nos presenta una serie de doce fotografías en blanco y negro.

Es la primera vez que este autor produce fuera de Estados Unidos y para ello ha elegido el antiguo estudio de cine "Cinecittà", a las afueras de Roma.
Al contrario que en sus demás obras, en las que veíamos escenas surrealistas de la vida cotidiana en Estados Unidos, ésta nos muestra un escenario real, aunque, podemos apreciar un toque mágico, que nos transporta a ese pasado no tan lejano, en el que se mezclaba realidad y ficción

Gregory, nos muestra la decadencia del estudio en donde antes había vida y ahora "muerte", donde había color ahora blanco y negro y sobre todo, donde antes había presencia humana, ahora solo queda el paisaje, formado por los restos de lo que fuera el atrezzo de superproducciones como: "Gangs of New York" , o " Per qualche dollaro in più".

Sin duda, algunas de las fotografías me hacen recordar a El Pianista, película de Roman Polanski. En aquellas escenas en las que el protagonista tiene que sobrevivir en las calles desiertas, desoladas por la II Guerra Mundial y, creo que no voy mal encaminada ya que, el estudio de cine fue bombardeado en 1943 por los nazis.

El hecho de presentarnos su obra en blanco y negro ayuda a percibir la sensación de tristeza, angustia, abandono y demás adjetivos frustrantes que emanan de esas calles de Roma. Pasear por allí no debe de ser muy agradable, o tal vez sí, quién sabe. En todo caso, parece que Gregory quería rescatar del olvido esta monumental obra del hombre, dejada ahora al abandono.

Puertas abiertas, que dan paso "a nadie", paños que no cubren nada o agua estancada son algunos de los elementos presentes en las instantáneas, que nos dan alas para pensar que en algún momento esas puertas se cerraban y abrían por motivos distintos al viento, el agua corría y los paños y demás telas lucían majestuosas ante la cámara.

Pero el olvido, el abandono, la soledad, todos esos adjetivos culpables del miedo que sienten todas las personas a "padecerlos" no son nuevos para Gregory. Son factores que ya transmitió en sus anteriores obras, ya que en muchas de sus fotografías aparece la presencia humana en una actitud sinsentido llena de la soledad fatídica.

Una luz suave, tenue, ligera... o una luz intensa, fuerte, imponente, pero en todo caso papel principal de esta obra en la que, como en cierta ocasión afirmó el propio autor fascinado, el crepúsculo tiene el poder de convertir lo ordinario en algo mágico y sobrenatural. Y lo percibimos, cada rincón cada espacio es un espacio impregnado de sentimientos en los que, con un solo hilo de luz, quedamos tocados por esa magia que algún día "bañaba" la ciudad y que ahora nos ilumina la mente, dándonos pie a pensar que ese sitio, ahora decadente, era un gran escenario de vida, en el que tampoco hacía falta mucha luz para darse cuenta de ello.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Experiencia sensorial

Lygia Pape Espacio imantado


Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. C/ Santa Isabel, 52.


Icíar García Cañas


En el museo Reina Sofía nos encontramos una enorme exposición sobre la obra de Lygia Pape, en la que vemos como evolucionó su obra pero sin perder su esencia, ese afán por eliminar barreras entre obra y espectador y poder inmiscuirse dentro de la misma obra a través de todos los sentidos.

El movimiento dentro del que englobaríamos a Lygia Pape es el neoconcretismo, surgido en Brasil y del que Pape es una de sus máximas exponentes. Este movimiento se caracteriza por la abstracción geométrica como observamos en los cuadros de Pape en los que juega con diferentes formas colores y volúmenes.

Pape experimenta también con la xilografía, unas líneas sobre la madera que dejan entrever lo que hay en las betas de la misma, formas geométricas y unas líneas paralelas con algunos desplazamientos, todo esto en colores blancos y negros sobre papel.

Lygia se atreve con todos los géneros, en esta exposición hallamos una serie de fotografías todas ellas mostrándonos escenas cotidianas, que capturan el momento de la acción, no busca una colocación sino la espontaneidad de los fotografiados.

Pape se sumergió en el mundo del cine, colaborando con el Cinema Novo, realizando carteles para películas, esto le llevó a buscar una nueva estética utilizando las nuevas tecnologías creando videos, en uno de ellos un grupo de personas bajo una gran tela blanca que asoman la cabeza tras ella, todos ellos caminan juntos, como si dijeran que la unión hace la fuerza. Otros de sus vídeos presentan un corte antropófago y erótico, en los que observamos cierta ironía.

Pape pretende que utilicemos todos los sentidos para estar más cerca de la obra, una serie de cuencos formando un círculo en los que hay en cada uno de ellos un líquido de un color, siguiendo una serie, nos invita a que lo probemos, como nos indica un vídeo justo al lado utilizando también el gusto, pero ya no el estético sino el asociado a los receptores sensoriales.

Para finalizar el recorrido por la exposición, encontramos de nuevo algo diferente, en esta ocasión Lygia Pape utiliza unos filamentos muy finos que cambian en función de la luz y del espacio en el que se ubiquen. Dando lugar a una especie de tela de araña de grandes dimensiones. En un espacio cerrado y oscuro nos aparece esta gran obra iluminada por unos focos que le dan un aspecto dorado y que cambian las zonas iluminadas según giras en torno a ella, dando una sensación de movimiento.

Lygia Pape pretende que sintamos la obra, que nos entrometamos en ella a través de nuestros sentidos como son el oído, la vista, el gusto, para en definitiva eliminar ese concepto de arte frío expuesto en los museos siguiendo un modelo sistemático, y conseguir que el arte se mezcle con la vida normal.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Tenía algo de poeta

Lygia Pape: Espacio Imantado. Museo Reina Sofía, Calle Santa Isabel, 52.
ELENA ZACCAGNINI CATON

 El museo Reina Sofía nos presenta Espacio Imantado, una retrospectiva que recorre toda la producción de la artista brasileña Lygia Pape, fundadora del movimiento Neoconcreto.

 Su obra estuvo marcada por un periodo de renovación de las artes que experimentó Brasil en los años 50, el cual inspiró la creación de grupos artísticos como el grupo Frente, al que Pape pertenecía, y cuyos componentes se caracterizaban por defender la importancia de la relación obra-espectador -al que llamaban ‘participante’- y por introducir la obra de arte en la vida cotidiana. Estas ideas aparecen muy bien representadas en Divisor, en la que el público conforma la obra, sin él no existe.  

 La obra de Pape sigue básicamente dos principios: la búsqueda de lo sensorial como un sentimiento colectivo y el interés por crear un espacio poético. Así mismo, es importante señalar la importancia que tiene la idea de Livro para Pape. El Livro entendido como una tela íntimamente relacionada con el espectador -quien se empapa con su lectura- lo que da lugar así a lo que ella denomina un ‘espacio imantado’. Ejemplos claros de este concepto son sus trabajos Livro da Criaçao, Livro da Arquitectura y Livro do Tempo, para los que no parte de la palabra sino de lo imagen, y en los que el lector forma parte integrante de la obra, teniendo la posibilidad de construir y deconstruir lo que se muestra.

 La intención poética la encontramos en sus obras Tecelares, su obra más madura, creados a partir de incisiones de finas lineas en la madera. Estos trabajos son concebidos como poemas geométricos en los que las lineas y el vacío que existe entre ellas consigue liberarse de toda asociación con la realidad y pasan a ser concretos por si mismos. En ellos encontramos el gusto por el blanco como vacío, opuesto al lenguaje, el espacio sin a penas elementos, pero que sin embargo, consigue la máxima expresión, con un resultado simplemente bello. En relación con los Tecelares encontramos sus maravillosas Tteías. Las redes, iluminadas por halos de luz que salen del techo, se retuercen en un juego de luces y sombras creando poéticas formas, las cuales finalmente se pierden en la oscuridad, al llegar al suelo. Una obra majestuosa y grandiosa que consigue maravillar a quien la contempla. En este contexto, debemos señalar los Balés Neoconcretos I y II, que constituyen un poema lírico en el que las formas geométricas danzan también en un juego de luces y sombras que contribuye a la belleza de la escena .

 Encontramos, sin embargo, otras obras que se alejan mucho de la intención poética que la artista persigue, me refiero a: Caixa de baratas y Caixa de formigas. Ahora nos encontramos con obras críticas marcadas por un momento convulso en Brasil, cargadas de un contenido claramente político, y que aluden a la insaciabilidad y al ansia de lujuria y corrupción. Obras que pretenden producir una reacción de repulsión en el espectador.

 Esta muestra nos enseña la capacidad productiva de Pape así como su genialidad que no deja de demostrar a lo largo de toda su trayectoria artística. Como señala otra Pape: ‘‘Tenía algo de poeta, eso es lo que la distinguía de los demás artistas’’.