lunes, 24 de octubre de 2011

ALGUIEN DIJO: “SI NO PUEDES SER FAMOSO, SÉ ESCANDALOSO”

Lygia Pape. ESPACIO IMANTADO.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Pza. Del Emperador Carlos V, Madrid.
Rebeca Azaustre Mercado.

En el edificio de Sabatini del Museo Reina Sofía, hemos podido disfrutar, desde el 25 de mayo de 2011 y hasta el 3 de octubre de 2011, del inmenso conjunto de obras de la artista brasileña Lygia Pape que forman parte de la exposición Espacio Inmantado.
No sólo representa un ejemplo de creaciones de movimientos como el Concretismo y el Neoconcretismo (surgidos en un contexto de renovación y modernidad en el país de origen de la artista) sino que supone poder visualizar la evolución artística de Pape, mostrándonos el carácter multidisciplinar de la artista, capaz de moverse en distintos temas, técnicas etc.

Tengo la obligación de reconocer mi admiración por la capacidad creativa de la artista y la fluidez con la que se mueve en diferentes temas y técnicas, tanto dentro de la pintura como de la escultura, la fotografía, la xilografía, los relieves y otras formas de creaciones que no sé muy bien dónde ubicar…
Esta disposición de la instalación nos obliga a realizar un recorrido por las 250 obras que forman la exposición, de forma que nuestra trayectoria se convierte obligatoriamente en una experiencia sensitiva. Es imposible recorrerla sin que se despierte en nosotros sensaciones, no siempre agradables, debo resaltar.

De hecho, cuando comencé el recorrido y vi la colorida obra formada por una especie de cuencos con aguas teñidas, se despertó en mí una sensación agradable y suponía que la instalación sería un conjunto de obras originales y sorprendentes. En lo último no me equivoqué: todas las obras eran originales y sorprendentes, pero nada agradables.

En realidad, no intento menospreciar la obra de Pape, sino todo lo contrario, ya que la mayor parte del conjunto de la exposición consigue mi admiración gracias a sus juegos de textura, luz y color (en obras como los tecelares, Ttéias o en sus libros) y sobre todo la interacción con los propios receptores en obras como los ballets Neoconcretos, o en Divisor.
Pero cuando continué el recorrido y me encontré la urna con las cucarachas… ¡dios mío! sólo recordarlo hace que lo pase fatal. Lamento mucho parecer tan susceptible pero si hay algo a lo que tengo verdadera fobia es a las cucarachas, cualquier otro insecto o animal no me habría causado ese efecto, ni si quiera lo consiguieron los videos antropófagos (en mi opinión también difíciles de contemplar) que se exponían, como Wampirou, pero las cucarachas son algo superior a mí y esa visión arruinó el resto de mi experiencia por la exposición, suponiendo un gran esfuerzo para mi valorar todo el conjunto, intentando no caer en lo fácil que me supondría tacharla de asquerosa, facilona y defraudadora. Estos adjetivos los justificaría con mi opinión acerca de la aparente facilidad con la que se crea actualmente el arte: parece que todo lo que se exponga adquiere la categoría de obra de arte, sin tener en cuenta los valores estéticos con los que contaba el arte en tiempos pasados. Es como si ya no se tratara de crear algo capaz de transmitir valores artísticos sino de exponer cualquier cosa que escandalice a los espectadores, algo así como “si no puedes ser famoso, se escandaloso”.

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