LA MÁS ABSURDA LOCURA
Espacio imantado
Museo de Arte Contemporaneo Reina
Sofia
Santa Isabel 52, 28012 Madrid
ALEJANDRO GALLEGO MOLA
¡Qué bonito!, simplemente
espectacular, mis ojos han sido unos privilegiados al poder contemplar
maravillados el arte de Lygia Pape, basado principalmente en cucarachas
barnizadas, cuadros, como no, rallados y manchados al óleo y una serie de
videos que se podrían calificar perfectamente de pornografía sugerida, suena
apetitoso, ¿verdad?, por supuesto que sí, pues nada más entrar podemos degustar
una serie de líquidos, los cuales me sentí orgulloso de no probar visto el
avance de la exposición, que en realidad, no tuvo, el avance no se contempla en
ningún momento, es más, me atrevo incluso a decir que no hubo arte y mucho
menos exposición de arte, lo que si hubo y nadie lo puede negar es una pérdida
grandiosa de tiempo, el cual podría ser empleado en comprarme una serie de
materiales y con ello crear “estúpidas creaciones” que solo se pueden comprender
si uno se engaña a sí mismo, porque señoras y señores, esto no se puede
comprender, esto no debe generar ningún sentimiento, salvo el de la ira, la
vergüenza y la impotencia de decir,” ¡Qué pasa!, “esa artista” puede estar ahí ¿y
yo no?”.
Lo lamentamos pero no, no podrías
estar ahí, la única forma de triunfar hoy día en el arte, es una de dos, o
haces el ridículo mostrando tus absurdas obras, que por cierto, no quedarías en
ridículo, mas quedan en ridículo los que creen comprenderlas o les gustan, o,
por otro lado ser un esquizofrénico. No sé si Lygia Pape lo era, tampoco me
interesa saberlo pues encontramos esa justificación en sus obras, las cuales he
de decir que prácticamente ninguna posee título, ¿por qué será?
La exposición a medida que
avanzamos sentimos el ansia de irnos lejos, de dejar de ver esas cosas que
dañan la sensibilidad de nuestros ojos, posiblemente quería eso Lygia Pape, que
dejásemos de ver sus terribles obras, que no eran más que obstáculos que nos
ponían a prueba para ver cuánto aguantábamos sin echarnos a llorar. Tanto a mis
pupilas como a mi estómago se le quitaron las ganas de llorar, en su lugar me
suplicaron el vomitar sobre unos vídeos, que, perdón por mi expresión pero, no
sé qué narices querían transmitirnos.
No obstante, a pesar de todas las
adversidades que me presentaba esta exposición seguí avanzando con la esperanza de encontrarme con que todo fuese una broma y
hallase algo que valiese la pena de ver, efectivamente, el tesoro perdido fue
hallado y ésta vez no se vio aplastado por la gran roca que perseguía a Indiana
Jones, sino que más bien fue la misma roca que funcionaba como pilar de la
exposición a modo de varias esculturas cilíndricas y cableadas acompañadas de
una espléndida luz que imitaba a la perfección al sol.
Mi conclusión es que dejando
atrás esa espectacular escultura y tras un eterno pasillo tanto de repugnantes
obras, como de profundas reflexiones, me di cuenta de lo único que valió la
pena de la visita, el ascensor que conducía a la salida.
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