lunes, 24 de octubre de 2011


LA MÁS ABSURDA LOCURA
Espacio imantado
Museo de Arte Contemporaneo Reina Sofia
Santa Isabel 52, 28012 Madrid

ALEJANDRO GALLEGO MOLA

¡Qué bonito!, simplemente espectacular, mis ojos han sido unos privilegiados al poder contemplar maravillados el arte de Lygia Pape, basado principalmente en cucarachas barnizadas, cuadros, como no, rallados y manchados al óleo y una serie de videos que se podrían calificar perfectamente de pornografía sugerida, suena apetitoso, ¿verdad?, por supuesto que sí, pues nada más entrar podemos degustar una serie de líquidos, los cuales me sentí orgulloso de no probar visto el avance de la exposición, que en realidad, no tuvo, el avance no se contempla en ningún momento, es más, me atrevo incluso a decir que no hubo arte y mucho menos exposición de arte, lo que si hubo y nadie lo puede negar es una pérdida grandiosa de tiempo, el cual podría ser empleado en comprarme una serie de materiales y con ello crear “estúpidas creaciones” que solo se pueden comprender si uno se engaña a sí mismo, porque señoras y señores, esto no se puede comprender, esto no debe generar ningún sentimiento, salvo el de la ira, la vergüenza y la impotencia de decir,” ¡Qué pasa!, “esa artista” puede estar ahí ¿y yo no?”.

Lo lamentamos pero no, no podrías estar ahí, la única forma de triunfar hoy día en el arte, es una de dos, o haces el ridículo mostrando tus absurdas obras, que por cierto, no quedarías en ridículo, mas quedan en ridículo los que creen comprenderlas o les gustan, o, por otro lado ser un esquizofrénico. No sé si Lygia Pape lo era, tampoco me interesa saberlo pues encontramos esa justificación en sus obras, las cuales he de decir que prácticamente ninguna posee título, ¿por qué será?

La exposición a medida que avanzamos sentimos el ansia de irnos lejos, de dejar de ver esas cosas que dañan la sensibilidad de nuestros ojos, posiblemente quería eso Lygia Pape, que dejásemos de ver sus terribles obras, que no eran más que obstáculos que nos ponían a prueba para ver cuánto aguantábamos sin echarnos a llorar. Tanto a mis pupilas como a mi estómago se le quitaron las ganas de llorar, en su lugar me suplicaron el vomitar sobre unos vídeos, que, perdón por mi expresión pero, no sé qué narices querían transmitirnos.

No obstante, a pesar de todas las adversidades que me presentaba esta exposición seguí avanzando con la esperanza  de encontrarme con que todo fuese una broma y hallase algo que valiese la pena de ver, efectivamente, el tesoro perdido fue hallado y ésta vez no se vio aplastado por la gran roca que perseguía a Indiana Jones, sino que más bien fue la misma roca que funcionaba como pilar de la exposición a modo de varias esculturas cilíndricas y cableadas acompañadas de una espléndida luz que imitaba a la perfección al sol.

Mi conclusión es que dejando atrás esa espectacular escultura y tras un eterno pasillo tanto de repugnantes obras, como de profundas reflexiones, me di cuenta de lo único que valió la pena de la visita, el ascensor que conducía a la salida.




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