domingo, 23 de octubre de 2011

Esto no me gusta

Susan Sontag

“Un argumento sobre la belleza”, en Al mismo tiempo: ensayos y conferencias

PATRICIA VASCO CAMPOS

Impactante y veraz es el artículo de “Un argumento sobre la belleza”, de Susan Sontag. Realiza una crítica a todo lo que es la belleza en el arte y a cómo se ha ido interpretando hasta llegar al momento actual.

Sontag, ensayista, profesora y directora tanto de películas como de obras teatrales, comienza explicando los modos de entender la belleza dentro del marco artístico a lo largo del tiempo. Todo lo que era bello lo era porque un grupo elitista lo decía, meramente porque no resultaba desagradable a los sentidos o por ser entendido a simple vista. Aquello que se encontrara fuera de estas pautas ya no era considerado como tal. Sin embargo, algunas personas todavía rechazaban esta visión. El gran ejemplo de ello es Kahnwelier cuando compró Las señoritas de Aviñón: “Las compro porque desagradan soberanamente a todo el mundo”.

Con el paso del tiempo, la idea de belleza fue evolucionando y las élites cambiaron la palabra “belleza” por “interesante” para así aparentar más cultura, pero sobre todo para enmascarar su verdadera opinión sobre la obra que consideraban “fea”. Evidentemente, tal y como recalca Sontag en su argumento, para que algo resulte bonito otra cosa ha de parecer fea. Aquí radica uno de los mayores problemas del arte: ¿dónde se encuentra la belleza de una obra? Para mucha gente puede que ésta se encuentre en el simple hecho de mirar algo armónico, con colores bien combinados, o simplemente agradable a la vista. Sin embargo, caben muchas más acepciones al concepto de belleza, como es la idea de olvidarse de lo racional y dejarse guiar por las pasiones. Por ejemplo, el hecho de que algo repulse es símbolo de que esa pintura ha influido, al menos por un momento, en las sensaciones del que lo mira, y por tanto ha de considerarse arte. Por el hecho de que con una obra de teatro no se salga siempre con buen sabor de boca, ya sea por no haber sido conmovido o por no gustar la interpretación de los actores, no significa que William Shakespeare no sea un fantástico dramaturgo y cada una de sus representaciones una auténtica obra de arte.

No hace mucho tiempo el arte se reservaba a las clases altas y sólo ellos podían interpretar al máximo lo que el autor quería expresar en la obra. Poco a poco eso ha ido evolucionando y se ha avanzado hacia un público más amplio: la sociedad en su conjunto.

“El arte jamás ha de intentar ser popular. El público es el que ha de intentar ser artista”, dijo Oscar Wilde. Así, todo el mundo ha analizado alguna vez un cuadro intentando parecer un sabio en la materia, aunque en su fuero interno no conociera ni el nombre del artista. Este hecho ha ocurrido desde siempre y hoy en día se ha acentuado. Antaño las obras que no eran “bellas” no tenían gran éxito. Sin embargo, en la actualidad no se sigue el criterio de decir “esto es feo”. Para el público mayoritario no todo vale, no todo es arte, y a pesar de ello se sienten cohibidos a la hora de expresar su opinión sobre algo que les desagrada por miedo a parecer incultos.

Así, los museos se han ido llenando de figuras y de cuadros que nadie logra entender, de esculturas que parecen ser modeladas por la mano de un loco. Se llega a las muestras y se hallan exposiciones en las que nunca se oye un “esto es feo”, y los “qué interesante” son el hilo musical de la sala. Sontag alude a este hecho en su argumento, exponiendo su rechazo ante esta actitud anticrítica de la sociedad. De este modo, junto con este argumento y otros escritos suyos, la autora se ganó fama por su prosa provocadora y sus declaraciones polémicas. La consideraban una “máquina de pensar” porque era capaz de conversar sobre los temas más diversos, como destacaron en el artículo de Elmundolibro.com* cuando murió a los 71 años a causa de la leucemia.

Es el prototípico caso de la “espiral del silencio” expuesto por Noelle-Neumann, que explica que las actitudes predominantes en la sociedad ejercen formas de control sobre los individuos puesto que éstos se subyugan a la corriente preponderante. Nadie se atreve a reconocer que la obra que tiene enfrente no le parece meritoria ni de estar colgada en las paredes del salón de la casa del propio artista.

El refranero popular dice: “Sobre gustos no hay nada escrito” y “Los niños y los borrachos nunca mienten”. El derecho a la libertad de expresión existe también en el mundo del arte: no hay que olvidarlo. Hay que volver a la niñez y atreverse a sentenciar: “Esto no me gusta”.

Así nos comprometeríamos a exponer nuestro juicio, nuestra opinión sobre la obra de arte y las conversaciones entre los entendidos ganarían interés en suma. ¿Quién quiere escuchar mil veces la misma afirmación cuando hay una opinión distinta por cada individuo?

Como afirma Susan Sontag en su argumento, la belleza va muy ligada a la moral. No a todas las personas les parece agradable el cuadro de “Saturno devorando a sus hijos”, de Goya; al igual que tampoco son de agrado popular los cuadros de Van Gogh. Cada uno tiene una visión diferente de cada obra, ya sea por la educación recibida o por la moral poseída, pero lo cierto es que pocas veces las opiniones divergen. Esto no es a causa de la tan distinta educación recibida sino al miedo de que piensen los demás que se carece de ésta.

Sontag critica a todas aquellas personas que no saben clasificar sus propias opiniones, esa gente que se deja influir por los puntos de vista ajenos y que es incapaz de arriesgarse dando su opinión. ¡Debería ser inaceptable! Cada opinión, culta o indiferente tiene el mismo valor dentro de un museo. Los cuadros están expuestos para todo tipo de público y, por tanto, cada punto de vista merece la pena ser escuchado. Utilizando un ejemplo como el arte abstracto se pueden observar muchas cuestiones. A la mayoría de “entendidos” les suele parecer una obra de arte una escultura de este género y la alaban con gran cultismo, divagando sobre lo que el autor intenta expresar en dicha obra. Pero si se escucharan otras opiniones, se oirían las palabras de los niños al ver la misma imagen, o los murmullos de los padres intentando ver cosas que les resultan imposibles y a esos adolescentes que no entienden absolutamente nada de lo que le está pasando al arte en los tiempos que corren. La propia autora dice: “La vida del hombre creativo está guiada, dirigida y controlada por el aburrimiento. Evitar el aburrimiento es uno de nuestros propósitos más importantes”. De este modo Sontag da a entender que todo lo que se hace no es arte, sino la simple y mera necesidad de hacer algo, de crear algo.

Susan Sontag, premiada en repetidas ocasiones por sus artículos escritos, muestra su opinión sin ningún tipo de tapujos. Es el vivo ejemplo de lo que predica, de lo que critica y de lo que enseña.

Cada uno tiene sus propias opiniones y creencias. Sólo falta aprender a expresarlas, como hizo Sontag.

*http://www.elmundo.es/elmundolibro/2004/12/28/protagonistas/1104257009.html [Consultado: 23-10-2011]

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