sábado, 22 de octubre de 2011

Magnético sobrecogimiento

Espacio imantado, Lygia Pape.

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

C/ Santa Isabel 52

Aitana Yusta

En Espacio Imantado, la experimentación es clave: lo es en todo este enorme recorrido por la, podríamos atrevernos a decir, vida de la creación de la artista brasileña, Lygia Pape; así como lo son las demostraciones de clara participación de ciertos principios artísticos.

Hay innumerables juegos y experimentos con colores, formas, dimensiones, materiales y disposiciones. Algunos espacios parecen simplemente dubitativas aproximaciones conceptos sencillos, meramente pruebas, una reflexión nacida de la curiosidad de la autora sobre temas aleatorios; así, encuadraríamos en esta categoría aquel incómodo y provocativo estudio, realizado mediante la grabación de llamativos close-ups, acerca de la pregunta: “¿Gula o Lujuria?” en la que Pape corrobora – y pone a prueba- el potencial de transmisión de ideas de una imagen en movimiento.

Se prueban innumerables emplazamientos para la creación artística. Nos encontramos situaciones cotidianas, difícilmente sorpresivas aunque desgarradoras y portadoras de un contenido social inherente a ellas, compartiendo espacio con obsesivas colecciones que cubren un enorme muro, fruto de un continuado y trabajado esfuerzo semi-obsesivo que se aleja de esa realidad cotidiana y se sumerge en la realidad personal de la artista.
Estos y otros contrastes hacen casi imposible la tarea de posicionarse ante el trabajo de Pape. Los constantes cambios y evoluciones que se ven a lo largo de las diferentes instalaciones producen una miríada de sensaciones y, a su vez, de una manera simbiótica, de opiniones.

En otras partes dentro de este amontonamiento de creación vital, alejándose de reflexiones y creaciones experimentales, como ya se ha dicho, se hallan imponentes expresiones del arte neoconcreto, como en el maravilloso ballet primero (colaboración realizada con el poeta Reynaldo Jardim y el coreógrafo Gilberto Motta): Un ballet tremendamente geométrico y al mismo tiempo, decididamente humano, que se posiciona ante el espectador de una manera vertiginosa pero estática. Una firme declaración de principios. Unas moles, o pilares, de una idea aceptada públicamente.

Teniendo presente esta constante ambivalencia de seguridad axiomática y de dudosa teorización, pasamos por la observación de los cambios estilísticos e ideológicos plasmados en incontables géneros y lugares: las obras nos rodean, penden sobre nuestras cabezas o se encuentran, más frágiles y vulnerables, a nuestros pies, entran en nuestro cerebro por ojos y oídos o se imponen como pequeños hemimetábolos pegajosos en un pedestal. Incongruente o admirablemente polifacética, la exposición es un embelesamiento sensorial. Sobrecogedora siempre, en ocasiones asfixiante o liberadora, esta exposición es inabarcable, e ininteligible sin conocer el contexto de su realización.

Sólo se puede, como última y necesaria opción, disfrutar -o repudiar- la exposición de una manera humilde y sin pretensiones. No se pueden hacer juicios críticos sin un estudio a priori, sin unos conocimientos previos. Queda, por lo tanto, la observación y el consiguiente sobrecogimiento ante la belleza, la fealdad, lo llamativo y lo anodino que conforman esta amalgama, y quizás sea fruto de esa observación el hecho de que este trabajo se encuentre tan cercano a la descripción, alejándose de una crítica valorativa, que exige ese posicionamiento que no es imposible- pero sí difícil- de adquirir.

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