domingo, 9 de octubre de 2011

Escenografía trágica. Yo, aturdida.

Jorge Perianes, Categorías
Matadero Abierto X Obras; Paseo de la Chopera, 14

ANA MARTÍN GARCÍA

Ante las puertas de la nave de la instalación no pude evitar una parada en seco. Pura perplejidad. El arte es inaudito, inesperado. Y la pieza de Perianes hizo que me sorprendiera. No lo esperaba. Obviamente no estoy acostumbrada a este tipo de piezas.

Para empezar, se localiza en un espacio muy potente. No solo porque se trate de un proyecto limitado a un espacio específico contra el que no puede luchar, sino también por la irremediable carga histórica del matadero. Su entrada, techo, paredes y la nave en conjunto hablan por ellas mismas.

Después de la primera impresión, en mi caso, no pude evitar caminar con el placer de la desorientación por la pieza. El hecho de que estuviera a escala humana me aturdió. Es cierto que rompe tanto con la tradición, como con las ideas preconcebidas del arte. Un desafío, vaya. Quizá sea justo por eso por lo que la disfruté.
Me parece extraordinaria y, francamente, me causó un dulce desorden mental de ideas.

No voy a hablar de la simbología, la representación de lo ambiguo, la unión de contrarios, etc. que dice Perianes. Es cierto que es muy importante el contexto y la información, pero una vez consultada, lo que de verdad se recuerda es la experiencia; simplemente el acercarse, reflexionar, disfrutar el carácter enigmático de la obra en sí misma.

De cualquier modo, creo que se trata de una pieza abierta a todo tipo de reflexión y de ideas. El espectador, por un momento, forma parte de ella. Tiene diferentes perspectivas, puede subir, bajar, detenerse, caminar (como ya he dicho) con el placer de la desorientación. No se limita únicamente a mirar. Puede disfrutar las ruinas, la escenografía trágica que se encuentra antes sus ojos; desde su interior. En donde ya no sólo la pieza, si no los efectos de la iluminación ayudan a crear ese ambiente tan similar. Un material se impone a los demás. La escena, no se recarga. Es precisa. Ayuda al espectador a olvidarse por un momento de que se encuentra en una instalación, de que lo que está a su alrededor se trata de una nave en donde hay una pieza de arte.
Se trata de una obra abierta y puede tener muchas salidas, o ninguna. Cada uno puede percibir algo diferente.

Porque lo evidentemente increíble es que es un arte vivo.
Es diferente; el espectador es quien decide. En este caso, además, es quien debe atreverse a sumergirse físicamente en ella. O quedarse ante las puertas de la nave observando desde fuera, interpretando desde lo lejos, como si se tratase de un lienzo en un museo. Pero vaya, que mejor forma de disfrutar del arte que desde dentro.

Eso sí, causa reacciones diferentes, seguro. Sea para bien o para mal, a nadie puede dejar indiferente. Es una pieza que transmite. Y eso es justo lo mejor. Que nadie se vaya por la puerta apático. Que consiga conmover o enfurecer. En mi caso, es cierto, reconozco que un poco de ambas.

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