Nico Munuera:
My Ross Island, Galería Max estrella, C/ Santo Tomé, 6.
Ribbons, Galería La Caja Negra, C/ Fernando VI, 17-2º Izq.
BÁRBARA GUITIÁN RIOMOROS.
“Sigo buscando aquel lugar donde el recuerdo me quiera olvidar. Donde no haya más verdad que deba silenciar. Sin saber a dónde voy, huyo de mí, de todo lo que soy.” - los cuadros chillan sobre las paredes blancas de la primera exposición, My Ross Island.- Y eso es lo único que chillan, lo único que dicen.
Como si el autor hubiese viajado al Polo Sur con el único objetivo de evadirse de la realidad, de buscar una verdad que plasmar en sus cuadros.
Es en esta exposición donde nos muestra, de una forma muy musical, manchas de color sobre un fondo blanco, que, unido al blanco de las paredes de la galería, nos hace pensar que estamos en el propio Polo Sur.
Y es cierto que se siente frío, y esa sensación de que los cuadros cuentan lo que el autor fue a buscar allí.
En un primer vistazo, los cuadros parecían peceras gigantes, y los colores difuminados en el lienzo eran pececillos de arco iris que nadaban a sus anchas por las paredes de la galería.
Mirándolo más a fondo, en algún cuadro se puede apreciar la aparición de algún paisaje al fondo del mar.
El cielo despejado no es más que el color blanco, mientras que los colores dispersados y difuminados con agua en el resto del cuadro, nos dan a entender que no hay sólo nieve en el Polo Sur. La isla de Ross fue objetivo de expediciones, como la del artista, que plasma la aventura en sus pinturas de una forma muy enriquecedora.
Aun así, los cuadros no trasmiten más que lo ya dicho –nuevos retos, aventura, resguardo para el olvido, musicalidad y frío invernal-, y una tranquilidad que, unida al vacío congelado, nos hace viajar hasta la aventura, la naturaleza, los campos de hielo…
El uso del color contrasta mucho con la otra exposición, Ribbons, donde, al contrario que en la primera, el color se apodera de las paredes de la galería.
Rayas en vertical con muchísimas gamas cromáticas –incluso utiliza, en algunos casos, colores fosforitos- asaltan las paredes. Incluso se aporta la idea de que estas rayas estén en constante movimiento, poniendo los cuadros en un proyector en una de las salas.
Rayas de todos los tamaños y de todos los colores; ¡incluso pruebas de color por las paredes!
Menudo cambio, Munuera. Pasamos de la adormecida y tranquilizadora Ross Island, a esta guerra de colores en la misma dirección.
De ahí, en mi opinión, a la falta de originalidad. ¿Por qué todas las rayas de todos los cuadros en el mismo sentido? Al igual que los cuadros se asemejan mucho en la otra exposición. El artista se vuelve pesado, y nos muestra que su “aventura” por el Polo Sur no fue tan sorprendente, pues los cuadros que reflejan el viaje -y los de Ribbons, también- acaban haciéndose pesados, repetitivos.
Ambas exposiciones son tan diferentes…
Una transmite soledad, al mismo tiempo que aventura de disfrutar de esos exóticos paisajes; mientras que la otra, es una especie de batalla de colores, pero al mismo tiempo tiene cierta uniformidad, lo que acaba siendo, repito, algo repetitivo.
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