Nico Munuera.
Ribbons. Galería La Caja Negra. C/Fernando VI, 17, 2º Izquierda. Madrid.
My Ross Island. Galería Max Estrella. C/ Santo Tomé, 6. Madrid.
Por Manuel Álvaro Mora
Abstracción. Sin límites, sin leyes, sin compromiso. Esto es lo que propone Nico Munuera (Lorca, 1974) es sus dos nuevas exposiciones en el centro de Madrid. Un arte personal, muy personal, en el que no hay que intentar comprender la obra, ya que difícilmente se llegara a una conclusión. Cuadros que dejan escépticos a muchos, “¿Pero y esto que demonios es?” y enamorados a otros tantos, “Increíble. Su mejor obra hasta el momento”.
En Ribons nos encontramos con una especie de estudio del color, cuya única finalidad parece ser decorar el salón de tu casa dándole un toque más “chick”. Apenas nos llegan sensaciones de estas escalas cromáticas, que mezclan colores sin ningún tipo de pauta, y que se asemejan a la imagen que aparece en televisor cuando se pierde la señal. Mismos cuadros, diferentes tamaños y colores, es el único guión que ha parecido seguir Munuera y que resulta aburrido, ya que “Visto uno, vistos todos”. Quizás lo único que resulta un tanto original en la obra, sea la combinación de colores que consiguen captar la atención del visitante momentáneamente y en los que no es necesario perder mucho tiempo intentando descubrir un “algo” oculto entre esas líneas de colores vivos.
En My Ross Island el panorama cambia y pasamos de cuadros llenos de color, a cuadros llenos de pintura blanca (que no deja de ser color) y bajo los que parecen esconderse todos esos colores perdidos, como si se superpusieran varias capas. My Ross Island se inspira en esos paisajes antárticos a los que se enfrentaron Shackleton y su expedición durante dos años, en 1914, y que documentó Frank Hurley de forma minuciosa.
Cuadros que nos presentan un paisaje vacío, característico de la Antártida, en los que se ven reflejos de sombras y siluetas apenas visibles ¿Es esto lo que nos retratan los documentales de la 2 de TVE? Lo cierto es que sí, la única diferencia es que en los documentales suelen aparecer algún que otro animal o ser viviente que te hacen la siesta más amena. Estas composiciones no transmiten nada especialmente interesante o nuevo, más cuadros abstractos, de esos que hoy en día abundan por las esquinas y que proliferan por las esferas de los nuevos “modernos” y “entendidos” de arte. No es necesario llegar a entender la obra, solo observar y relajarse, y salir como has entrado. Es posible que Munuera sepa dar una explicación del porqué de sus obras y su significado, pero para una persona de a pie es algo insípido y sin un mensaje claro, por pequeño que sea.
En definitiva, estas exposiciones no son un mal pasatiempo si te pasas por casualidad por las salas en las que exponen, pero que no sea a la hora de la siesta.
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