Nico Munuera. Ribbons. Galería La Caja Negra. C/Fernando VI 17.
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Edurne Ruiz Tens.
Resultaría vano, e incluso jactancioso pretender explicar el contenido narrativo de las dos exposiciones del artista Nico Munuera (Lorca, 1974) que ocupan las salas de las galerías madrileñas. Precisamente, la ausencia de un discurso claro es su propio objetivo. No emplea una representación tradicional, no es que llegue a los límites de lo convencional, sencillamente rompe con ellos y se dedica a experimentar con la pintura nuevas formas de expresión.
No obstante, sí que podemos encontrar una vaga inspiración en una de sus obras, la límpida “My Ross Island” que no es otra cosa que una reutilización de la Antártica como espacio de estudio. Ross Island es, y al parecer seguirá siendo, un lugar de investigación para los amantes de lo que está por descubrir. Un lugar real en el que solo existe naturaleza helada desprovista de todo lo que nos es familiar para la vista. Munuera decide abandonar el cálido hogar de lo conocido, lo racional, para adentrarse en la aventura de la búsqueda de una nueva expresión siempre a través de la pintura. Se trata de la búsqueda constante de nuevos artistas por dar con un arte diferente basado en los sentidos. El fotógrafo australiano Frank Hurley capturó entre 1914 y 1916, la gran odisea del Endurance y sus tripulantes, y hoy Munuera interpreta su propia realidad interna o lo que para él significa el deseo del hombre por emprender un viaje realmente sugestivo. Del carácter documental de Hurley, ha escogido el frío paisaje de un lienzo en blanco con pinceladas muy coloridas que adquieren intensidad cuando los ojos se acostumbran a la luz de alrededor. Es su propio escenario, el del artista con miras a conseguir un nuevo rumbo en la pintura. Tiene tan pocos elementos que hacen cuestionarte si no es una referencia a la propia inspiración artística de nuestro tiempo, en el que nos cuesta tanto rellenar un lienzo o un papel con algo realmente genuino. Pero este no es el caso de Munuera, que curiosamente logra cautivar infinitamente más con la escasez de color que con las “cintas” de color de su otra exposición.
En Ribbons no encontraremos ni coherencia ni inspiración. Cuando te imbuyes en las pinturas –o al menos cuando lo intentas- te das cuenta que falta un argumento, un hilo conductor que te dirija al concepto clave de Munuera. Falta diálogo con el espectador y si falta ese diálogo, ¿no ha fracasado el artista en su obra?, ¿acaso el arte no tiene la función entre otros aspectos de expresar algo? Si no te proporcionan los medios para entender la exposición en la propia galería es un mal comienzo, pero si además debemos recurrir siempre a la información adicional de un texto por escrito, el conjunto artístico pierde gran parte de su valor como tal. Es un ejercicio plástico sin un sentido conceptual claro, carente de emociones. Cada observador podrá interpretarlo de mil maneras o de ninguna.
Al menos el murciano sigue fiel a su propio estilo y no da cuentas a nadie.
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