miércoles, 5 de octubre de 2011

Las dos caras de Munuera.

Nico Munuera

“My Ross Island”, Galería Max Estrella, C/Santo Tomé, 6

“Ribbons”, La Caja Negra, C/Fernando VI, 17 2º Izq.

Por: Amanda Bittencourt Sarmiento

Si a uno se le ocurre adentrarse en la galería Max Estrella para ver la muestra “Ross Island” del artista murciano Nico Munuera, sin saber exactamente de lo que se trata la misma, lo más probable es que no vea nada más que brochazos de pintura escupida por un tubo y esparcida por un pincel, o con suerte, el contorno difuso de alguna planicie. Resulta interesante – o más bien imprescindible – documentarse antes de ir a ver la muestra si se desea apreciarla como se merece. Munuera encuentra inspiración para la realización de las obras de su “Ross Island” en la documentación gráfica de Frank Hurley, uno de los supervivientes de la expedición a bordo del Endurance, acometida por Ernest Shackleton allá en 1914. Teniendo en cuenta la aventura vivida por estos exploradores en la Antártida, cuyo barco se quedó atrapado en los mares de Weddell, y la visión que el artista tiene de la Isla, podemos contemplar la muestra de una forma más clara; Munuera parece querer mostrarnos a través de su afán colorista la sensación de un vacío abrumador expresado mediante el uso sistemático del color blanco, ubicándonos en un ambiente desolador y perdido en el que predomina una falta casi total de horizonte, de no ser por una serie de colores que parecen surgir de la nada y que forman contornos difusos. Minimalismo, colorismo, abstracción: Munuera no escapa de la tradición de su obra, que pudo ser contemplada anteriormente en "No Flags" o "Llegando a Xwan", sin embargo, en "Ross Island" podemos sentir este “soplo de aire fresco” que invade sus composiciones, en las cuales vemos una intencionalidad, los colores nos cuentan algo…hay algo que ver, basta con mirar.

La impresión que provoca la muestra "Ribbons" en el espectador, en contraposición, es de que no hay nada que mirar, mas allá de lo que se ve: franjas más o menos gruesas de colores que se disponen en vertical. Y punto. La muestra está abierta al público, pero es más bien individualista, refleja un juego cromático del propio artista, juego en el cual el espectador cumple un papel que se reduce a la pasividad de la observación, ya que no le provoca cualquier sensación al contemplarlo. Munuera consigue crear un conjunto armónico entre gamas cromáticas, y juzgando por sus esbozos previos en la pared de la propia galería – y por la intención previa de revisar el concepto de insignia - no lo hace de forma aleatoria. En definitiva, no es que desagrade, sino que simplemente nos hunde en la indiferencia. Resulta casi soporífero arrastrar los pies por la galería La Caja Negra, esperando ver algo diferente, y que lo más discordante de aguadas aburridas que pueda encontrarse sea el simulacro en la pared a través del proyector de las franjas de colores cayéndose lentamente. Por paradójico que pueda parecer, "Ribbons" termina por ser una muestra monocromática.

Si, resulta curioso que dos muestras de un mismo artista puedan provocar impresiones tan antagónicas, pero, tratándose de arte – y sobre todo arte contemporáneo - dos más dos no siempre es igual a cuatro.

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