REFLEJOS DE IDENTIDAD
“Sanctuary”
Galería La Fábrica
C/Alameda 9, 28014 Madrid (España)
www.lafabrica.com
Alejandro Gallego Mola
El color se desvanece, no se
aprecia movimiento alguno, el reloj se ha detenido dejando caminar libremente a
la tristeza que ha consumido toda vida, consiguiendo de esta forma un descanso
eterno, camuflado por una melodía melancólica y nostálgica que azotan nuestra
mente llenándola de apenados pensamientos.
Casi una década y un lustro
después, Gregory Crewdson, con Sanctuary, retoma la fotografía en blanco y
negro, ¿extraño?, quizás mejor inusual, pues estamos acostumbrados a contemplar
sus obras, de vivos colores, que infunden, de manera espléndida, una sensación
de misterio que sobrecoge al espectador, el cual desea saber que ocurre o ha
ocurrido en cada momento, no obstante hablamos de un artista, y los artistas,
por lo tanto, son poseedores de la capacidad de innovar su propio arte.
Su reciente obra, compuesta por
una serie de doce fotografías, es catalogada perfectamente de surrealismo
fotográfico, inspirada por artistas americanos de la talla de Albert Bierstad o
Stephen Spielberg, la cual no tiene la misma perspectiva que las anteriores
basada principalmente en el enfoque del drama humanístico, sino que se adentra
más en su subconsciente, despierta otro lado más surrealista, centrándose más
en un paisaje desprovisto de toda presencia humana, posiblemente relacionado
con una etapa de su vida en la que la apatía pudo ser su perdición.
Crewdson rompe así con todas sus
estéticas anteriores, mostrando su lado más íntimo, sensitivo y oscuro, que va
acompañado de una soledad, que deja entrever, aunque débilmente, un rayo de luz
en cada fotografía como un síntoma de esperanza que iluminaria hasta al
mismísimo Hades. Su obra Sanctuary se encuentra ambientada en los exteriores
del estudio cinematográfico Cinecittá, a las afueras de Roma, un estudio
abandonado, dejado de lado por toda vida, arropado por un agua sin vaivén, en
la que se refleja una tranquilidad similar al susurro de la muerte, siendo el
agua posiblemente el espejo de su alma, su lado más interno del que brotan las
experiencias más lúgubres de su vida, como hierbajos marchitados que han hecho de
éstas ruinas su nuevo hogar. El silencio se acomoda entre las marginadas
calles, los edificios se compadecen los unos a los otros tras contemplar su
lenta descomposición, una descomposición que al parecer lleva de la mano al
abandono y a la soledad, convirtiendo así el paisaje en un círculo vicioso, mediante el cual se podrían tejer los hilos
de su destino, que no es otro, que la desdicha eterna.
La nueva experiencia que nos
proporciona Gregory Crewdson no es otra que la propia reflexión de uno mismo, de
no caer en la oscuridad, de poder abrir nuestra mente y nuestro corazón, a
través de ese pequeño rayo de luz que aparece para iluminar nuestro sendero. Mediante
un dualismo antropológico nos invita a centrarnos más en el interior, a cuidar
esos pequeños detalles que son, al fin y
al cabo lo que hace a una persona. No por tanto debemos olvidar nuestro
exterior, ni lo acontecido a nuestro alrededor, pues también forman parte de
nuestro enrevesado ser.
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