My Ross Island y Ribbons de Nico Munuera
Galería Max Estrella, C/ Santo Tomé 6
Galería La Caja Negra, C/ Fernando VI, 17- 2º Izq
SILVIA SERRANO SÁNCHEZ
Al principio me parecieron neuronas, pero cuando leí que la exposición estaba basada en documentación fotográfica y cinematográfica a manos de Frank Hurley sobre la isla Ross en el Polo Sur, me di cuenta de que quizás estaba algo equivocada.
Con todo esto, la primera impresión no fue muy buena, dado que estaba segurísima de que había entrado por error en una especie de quirófano perteneciente a algún médico con sumisión por el arte, al ver esas paredes pintadas de blanco impoluto y lo que yo creía neuronas de colorines sobre lienzos.
Pero, después de dar otra vuelta por la sala, y mirar los cuadros detenidamente, lo cierto es que me sobrecogieron. Ya no veía neuronas, y dejé de sentirme tensa al pensar que me había confundido de sitio, y de pronto, de manera casi repentina, empecé a ver los cuadros.
Un escalofrío me recorrió la médula y casi pude notar el viento gélido del Polo Sur acariciando mis mejillas, y todo eso, simplemente admirando los cuadros de la exposición My Ross Island de Nico Munuera. Cuadros, que representaban de manera muy acertada el frío y la soledad de paisajes glaciales, y en los que se podía adivinar perfiles de montañas esparcidas en la niebla. Todo el conjunto pictórico consigue trasmitirte una sensación de desasosiego propia de un paisaje desierto, pero tranquilo y vivo a la vez, impulsado por el fugaz verano antártico, y también consigue transportarte a miles de kilómetros, donde te pierdes en la nieve.
Desgraciadamente no puedo decir lo mismo de la segunda exposición a la que acudí, la cual se titulaba Ribbons: ni parecía un quirófano al principio, ni me acabó gustando al final. Cuadros sin vida, inertes y poco originales, que más bien parecían de esos que compras en cualquier tienda para rellenar un hueco en la pared, y que luego no sabes ni que tienes en casa. Todos lo cuadros parecían el mismo, así pues, ninguno consiguió captar mi atención. La mezcla de gamas de colores no me resultó atractiva, además los cuadros ni siquiera me resultaron bellos de contemplar, solo veía rayas verticales de mayor y menor grosor y de diferentes colores, pero lo cierto es que no me sugirieron nada, era como si estuviesen vacíos. Por otra parte, el título de la exposición me causó gracia; Cintas (Ribbons en inglés), ya que me dio por pensar que quizás la exposición no era más que un catálogo de colores que serviría para vestir eso, cintas. Este son el tipo de cosas que se le pasan a una por la cabeza cuando la falta de coherencia es obvia y la tomadura de pelo toma forma.
Así que, aunque las dos exposiciones son del mismo artista, yo sin dudarlo ni un instante me quedaría con la primera que visité, cuadros extravagantes y pintorescos que te dejan obnubilado, en los que parece que el cielo y la tierra se tocan y se funden en un mismo cuerpo que eclosiona en verano dando lugar a paisajes idílicos.
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