sábado, 1 de octubre de 2011

UNA PUERTA HACIA NINGUNA PARTE

Sanctuary. Gregory Crewdson. La Fábrica Galería. Calle Alameda, 9.

MARTA-ESTHER GÓMEZ

Gregory Crewdson es fotógrafo, si. Pero podría ser cineasta sin que se le moviera un solo pelo del flequillo. En anteriores exposiciones y a lo largo de toda su obra hemos visto la facilidad que posee de contarnos toda una historia con personajes y situaciones en una sola instantánea, con protagonistas quietos, como si de una secuencia en movimiento se tratase. Narrándonos la gran actividad interior y la carga psicológica en la que están inmersos los retratados.
En Sanctuary nos encontramos solo con el soporte de tales escenas, que en este caso es el único protagonista. Sin perder la atmosfera cinematográfica, las fotografías están tomadas en los estudios Cinecittá (ciudad del cine), en Roma. Emplazamiento de grandes producciones del celuloide como “Quo vadis” o “Ben Hur” hoy reducidas a ruinas de las propias ruinas. Pues como si una gran tormenta hubiese pasado por aquellos lugares, los charcos así atestiguan tan dramática metáfora, ya solo quedan los restos de lo que un día fueron el embalaje de un sueño.
En todas las imágenes encontramos un nexo común: la puerta. Es un elemento que nos adentra y nos invita a participar, entre las vigas y los edificios derruidos como un “pasen y vean” de la decadencia. Nos habla así de la temporalidad y lo efímero del arte. De la funcionalidad de la creación, que una vez que ha satisfecho su cometido queda abandonada convirtiéndose en una construcción deconstruida, olvidada y maltrecha. Y tiene gracia, tratándose de Roma, la ciudad eterna.
Podemos considerarlo como una crítica que habla sobre lo efímero de las producciones actuales, totalmente digitalizadas. De la pérdida del proceso escenográfico como artesanía material en pro de la rapidez para generar productos que proyectar en salas de cine.
La luz que impera en toda la secuencia de imágenes es la del primer amanecer. Esa neblina que convierte el blanco y negro de las fotografías en un gris poco contrastado. Transmite la calma de los hechos pasados y el mirar hacia atrás para recordar que algo hubo y que al estar desfasado, ya ni nos interese.
Sanctuary toma distancia de a lo que nos tenía acostumbrados el autor. No hay tensión ni interpretaciones fantásticas de las imágenes. No hay luces dramáticas, acusadoras, frágiles. No existe ningún peso narrativo ni posibles elucubraciones sobre la escena y el devenir de los personajes que en ellas aparecen. En definitiva, no existen protagonistas más que el propio espacio, y de eso se encarga el espectador. Crewdson te abre la puerta para que, dentro del mundo irreal que representa, cada cual, según su mirada sitúe desde emperadores hasta operarios de sonido, desde estatuas y fieras hasta raíles para el traveling de una cámara.
Considerando las puertas de cada una de las imágenes, avanzamos entre los propios recuerdos. Aquellos gestados en la butaca de algún cine en la que descubrimos grandes emperadores. Una puerta hacia ningún lugar, solo hacia un imaginario colectivo. En definitiva, real o ficticio, el recuerdo de otra época.

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