martes, 27 de septiembre de 2011

Al final, uno se queda solo en este mundo

Gregory Crewdson. Sanctuary

Galería La Fábrica. C/ Alameda 9, Madrid

Jennifer Merchán Tajuelo.

Soledad, tristeza o decadencia son algunas de esas palabras cortas que a veces sentimos muy largas y, hoy día, mucho más al encontrarnos en un mundo egoísta movido exclusivamente por el interés que nos encierra en una aparente dulce prisión, la cual, con el paso del tiempo al encontrarnos solos, nos damos cuenta de que en realidad es una terrible pesadilla.

La exposición Sanctuary de Gregory Crewdson nos muestra en doce fotografías estos sentimientos captando diferentes lugares del estudio Cinecittá a las afueras de Roma donde melancolía, soledad y decadencia, gritan en silencio llamando nuestra atención a través del uso del blanco y negro como medio para resaltar la tristeza y el olvido al que ha sido sometido aquel lugar abandonado. Gracias a esta técnica encontramos contrastes de luces y sombras que nos acercan mucho más a la sensación de congoja, pero incluso en ocasiones, encontramos rayos de luz que nos pueden acercar a la esperanza, aún así, las puertas de la ilusión se cierran ante nosotros empujándonos al abatimiento.

La arquitectura se convierte en la única protagonista de la obra dando a entender como el hombre ha quedado relegado a un segundo plano dejando el ego de la raza humana por los suelos ya que, aunque nos sintamos dioses que caminan por la faz de la tierra, ciertamente no somos lo importante en el mundo. El artista podría incluso haber reforzado esta idea mucho más si en la fotografía hubiera posicionado en un lugar secundario a alguien, saliendo del plano o simplemente tirado en una esquina, dando a entender, que el fracaso se cierne sobre el humano inevitablemente y como es incapaz de luchar contra el tiempo, de pararlo a su favor, mostrándonos así el patetismo que de forma innata nos acompaña desde los comienzos: El miedo al olvido. Esta forma de reírse de nuestra raza es simplemente genial ya que necesitamos desesperadamente algo que nos haga bajar de la nube ficticia en la que nos hemos subido, sin darnos cuenta de que en realidad, sólo somos una pieza más en el gran tablero de ajedrez, un simple peón que terminará siendo devorado por alguien más grande y fuerte como es la naturaleza.

Es posible, además, ``escuchar´´ el absoluto silencio que las fotografías nos muestran, viéndose reforzada así, la idea de angustia al encontrarnos por un momento cara a cara con la soledad y una profunda desolación al contemplar la basura en las calles, la mala hierba, el agua estancada, símbolo de la vida que corre imparable hacia el fin, muriendo día tras día.

El olvido al fin y al cabo es nuestro compañero, como demuestran los edificios clásicos ``abandonados´´ entre ruinas y desorden, fruto de tiempos pasados de esplendor que al contrario del pensamiento humano, no duran eternamente y acaban siendo enterrados por las arenas del tiempo de forma inevitable.

En definitiva, la exposición nos empuja a adentrarnos en nuestro destino mostrándonos nuestros miedos y la propia estupidez humana, creída y arrogante la cual, nos conduce hacia la autodestrucción.

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