sábado, 24 de septiembre de 2011

Arte et Marte

Avelino Sala. BlockHouse. Sobre la construcción de un espacio de resistencia en tiempos de indolencia.

Galería Raquel Ponce, C/ Alameda, 5, Madrid.

JENNIFER DÍEZ SÁNCHEZ.


“Y tú, ¿contra qué luchas, pequeño amigo? Quizás puedas cubrir tu rostro, pero tus ojos hablan por sí solos”. Es sorprendente cómo un detalle tan pequeño en apariencias nos puede dar un bofetón moral de forma tan contundente. Nuestro pequeño amigo no es, ni más ni menos, que una pequeña figura que no superará los veinte centímetros y que, sin embargo, ha tenido el valor de plantar cara a hombres armados, sin facciones; meros muñecos movidos por los hilos de un sistema podrido. Y, a pesar de todo, él no se ha escondido tras una trinchera formada por libros teñidos del color oscuro de nuestro futuro, ni se ha aislado en una humanidad dormida, no; él, nuestro gran combatiente ha formado una atalaya con los muros de esos búnkeres para quedar a su altura, y poder así enfrentarse a esas marionetas con el poder de sus propios puños, pero también el de las palabras.

De hombres es equivocarse; de locos persistir en el error, dijo Cicerón. Sin embargo, la raza humana tropieza una y otra vez con el mismo pedrusco, y esta idea se respira nada más entrar en la exposición que nos ofrece Avelino Sala. Si volvemos la vista al pasado vemos cómo las obras que nos ofrece el asturiano pueden encajar a la perfección en distintas épocas pero, al volver nuestro rostro al frente, nos percatamos de que esa realidad incómoda no se encuentra tan lejana, sino que la estamos viviendo día a día. Pero, ¡qué más da! Es mejor mirar hacia otro lado.

Una exposición cargada de rostros ocultos tras la máscara de los ideales, pero siempre haciendo frente a esa tímida revolución que poco a poco resurge en los corazones de todos y cada uno de nosotros. Incluso un tirachinas formado por las caricias de un pincel teñido de acuarelas sirve como arma con la que defenderse, con la que luchar por todo aquello que nuestros antepasados consiguieron en su día y que, poco a poco, nosotros estamos perdiendo.

Un nuevo amanecer anuncia su llegada, esas grúas que nosotros mismos hemos detenido volverán pronto a remover la basura democrática que hemos amontonado todos estos años, pero no basta con esconderla bajo la alfombra del salón, sino que hay que liberarse de esa pesada carga que supone, y ha supuesto arrastrarla día a día a nuestras espaldas.

Pese a toda la fuerza camuflada que las obras de Avelino Sala nos muestra en su exposición, es difícil no quedarse con un mal sabor de boca y preguntar: “¿Y ya está?”. Un mensaje claro y contundente, sin rodeo alguno, pero no llega a ser un primer plato, más bien un entrante que nos abre un nuevo camino para incitarnos a actuar por nuestra propia cuenta y riesgo.

Riesgo, eso es lo que nos falta. El valor suficiente como para llevar a los actos aquello que cubre titulares en nuestros periódicos diarios, la fuerza con la que hacer de todo este sueño el resurgir de un poderoso guerrero. Concedo nulli.

No hay comentarios:

Publicar un comentario