Gregory Crewdson. Sanctuary.
GALERÍA
Por: Icíar García Cañas
Paseando por la calle Alameda, nos topamos la galería
Crewdson en este primer trabajo fuera de los Estados Unidos se aleja de esos “cuadros vivos” a los que nos tenía acostumbrados, eliminando la presencia humana, a la que dotaba de gran valor y centrándose exclusivamente en el decorado sin más elementos que lo que el mismo estudio Cinecittà conserva. La sensación que tenemos al observar esas fotografías es de una profunda melancolía, de soledad, incluso de muerte, al ver los andamiajes de unas estructuras en incipiente descomposición, donde el único aliciente que aparente se ve son los yerbajos creciendo a su alrededor pero que no consiguen proporcionar vida, sino que son capaces de deshumanizar el aun más el contexto, todo esto acentuado por la ausencia de color, que consigue darle un mayor énfasis a estas percepciones, costándonos distinguir entre el alba y el crepúsculo, lo que comienza y lo que termina, lo que quizás acabe siendo lo mismo porque todo pasa por esas dos acciones.
Las calles de una antigua Roma desprovistas de gente en las que consigue que nos parezca que nos hallamos dentro de ellas, solos, con la única compañía de nuestro reflejo en los charcos, esperando un halo de vida que nos haga resurgir y no quedarnos en nada, no quedarnos como los estudios, a merced del paso del tiempo. Estoy nos podría, tal vez, llevar a un estado de nihilismo, después de la melancolía que nos transmite no hay nada, sólo meros artificios, decorados, que en su día sirvieron de escenario de películas pero actualmente están inundados por el paso del tiempo, como un huracán que arrasa con lo que encuentra por delante, dejándolo desprovisto de protección.
Gregory Crewdson nos sumerge en los estudios Cinecittà para mostrarnos la mella que hace el paso del tiempo, pudiendo sumirlo todo en el olvido.
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