miércoles, 28 de septiembre de 2011

Un frío paseo bohemio

Gregory Crewdson
Sanctuary, C/Alameda, 9

ANA MARTÍN GARCÍA

Es fascinante que los ojos que miren, cambien la imagen.
Ella es igual, en todos los sentidos. Pero resulta curioso que, indudablemente, no sea la misma para todos.
La imagen que percibe cada uno le transmite emociones diferentes.
Nuestra historia, nuestra vida, pone las pautas.

Todo aquel que se detenga ante ellas puede analizarlas, describirlas; sí, son escenas desiertas, lo principal es una arquitectura que se encuentra abandonada, hay edificios antiguos en contraposición con los nuevos, la naturaleza que, agradeciendo el abandono, surge entre ellos…

Tras el paseo con un toque romántico por las atmósferas que eterniza el artista, una no puede evitar situarse ante alguna que no acaba de entender y preguntarse a sí misma el por qué elegiría eternizar esa imagen entre todas las demás que se encontraban a su alrededor.

Con cierta sensibilidad, sin ninguna duda, una se da cuenta de que las imágenes son íntimas, muy personales.
Todas las fotografías transmiten el abandono, la soledad, la melancolía y quizá el dolor, la añoranza, el frío. Y sobretodo un silencio y una calma imperturbable.
El abandono por parte del ser humano de lo que cree que ya no le sirve y la eterna y continua vuelta a la naturaleza, que lucha por abrirse paso.

También resaltan los efectos de la luz natural. Las nubes y algún rayo de luz a través de ellas. La naturaleza, que torna en hierbas que rodean a las grandes obras resultado de la intervención humana. Y sobretodo algo tan natural, maravilloso y sencillo como son los charcos de lluvia y sus reflejos.

La elección del blanco y negro intensifica.
Simplemente, me gusta. Esas mismas imágenes quizá pasarían por alto si fuesen a color.
Aunque, también es cierto que lo que no se puede hacer después de tal paseo bohemio es salir por la puerta y pensar únicamente; vaya, es gris.

Es necesario tener sensibilidad para saber apreciar el blanco y negro, pero… paralelamente a todo lo dicho, hay que reconocer que el mundo no es eso.
La elección del color no me desagrada. Pero quizá sí la idea que pueda transmitir.

Obviamente son imágenes reales; son un trozo de mundo. Captan la imagen de un presente que con fuerza llama a un no muy grato futuro. Lo consigue, transmite. Pero no. A pesar de todo eso, la vida no es en blanco y negro.
Está bien plasmarlo así, obviamente, cambia el sentido de la imagen, se hace trágica, melancólica, bohemia. Pero ya está. Hasta ahí. Porque la vida es color. Siempre lo ha sido. Nosotros, inventamos los días en blanco y negro, los grises.
Es su santuario, su elección.
Es cierto que hay algunas fotografías ante las que una no se puede quedar indiferente, otras, irremediablemente, quedarán en el olvido de mi memoria. Sin pena, ni gloria.

Pero el sentido, únicamente lo tiene el autor. Así que, la idea que cada uno se lleva es diferente. En mi caso, simplemente, prefiero mirar su fotografía fría en blanco y negro y tener mi santuario a color.

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