lunes, 26 de septiembre de 2011

Ciudad del cine

Gregory Crewdson.
Sanctuary.
La Fábrica Galería. C/ Alameda 9

MOGARRA CERVERA, JUAN ANTONIO.

El estadounidense Gregrory Crewdson (New York 1962) nos presenta en La Fábrica Galería una serie de fotografías en blanco y negro (la primera desde Hover) en las que los protagonistas son los sets de los legendarios estudios Cinecittà, a las afueras de Roma.  Primer trabajo producido fuera de los Estados Unidos.

En Sanctuary, Crewdson pasea por las calles de los decorados de míticas superproducciones de los cincuenta como Ben-Hur o Quo vadis.
En su trabajo en la Ciudad del cine, nos muestra los escenarios gloriosos de la antigua Roma, Nueva York (protagonista de tantos trabajos suyos) o la Italia medieval, que recreaban espacios y tiempos tangibles pero un tanto surrealistas (como el propio autor), poblados ahora de los fantasmas de los antiguos rodajes.

La serie presenta un paisaje desprovisto de presencia humana. Hecho que resulta novedoso en la producción del artista. No obstante, se sigue manteniendo una de las características de la obra de Crewdson; la sensación de soledad.
En esta exposición el autor parece alejarse de la metodología de trabajos anteriores, que contaban con montajes más elaborados. Método que recoge la influencia de maestros del cine como Hitchcock. Si bien algunas de esas imágenes pudieron calificarse de cinematográficas, con cierto sarcasmo, ahora abandona ese artificio escenográfico para fotografiar un estudio de cine.
Pueden plantearse también estas imágenes, como una secuencia de fotogramas un drama que nos narra el autor.

En esta ocasión abandona los colores y el retoque digital de otras composiciones para acercarse a la tradición de la fotografía documental con la elección del blanco y negro.

El efecto lumínico adquiere gran importancia en pos de transmitirnos la nostalgia de este viejo estudio, construido en la época fascista y que tuvo su momento de gloria en los años 50 gracias a la inversión estadounidense en superproducción de época.
En algunas de las imágenes se revela el lúgubre ambiente del oscurecido interior de los pórticos del decorado, frente a ello la luminosidad del exterior, que da paso a un panorama ciertamente desolado. Ayuda a ello la elección de los diferentes momentos del día, con sus características lumínicas y de unos cielos cubiertos que nos adentran sentimentalmente en este espectáculo de melancolía.

Unos escenarios abandonados, afectados por el incendio de 2007, donde se pueden ver los andamiajes que sostienen las estructuras de los decorados, la fantasía y el artificio (poniendo de manifiesto esa labor ilusoria que el autor utiliza en trabajos anteriores) de otros tiempos, se pone al descubierto, elementos  de atrezzo amontonados, charcos de agua en las calles. En algunas vistas la naturaleza ha invadido ya la escena evidenciando más aún la total falta de presencia humana.

Si hay alguna palabra que pueda resumir esta exposición es, la nostalgia. Nos recuerda también la lección de las vanitas, el paso del tiempo destruye la belleza, la fama y la fortuna y uno sólo puede resignarse ante esa evidencia.
Quizá, en algunos momentos, puede resultar un patetismo un poco exagerado, pero eso quiere decir que el artista ha conseguido su objetivo.




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