jueves, 29 de septiembre de 2011

LOS ESQUELETOS

Gregory Crewdson, Sanctuary

Galería La fábrica, c/Alameda 9, Madrid.


Paula Longás Santolaria


Doce esqueletos son lo que, a primera vista, se me aparecen en las doce fotografías de Gregory Crewdson. Unos esqueletos putrefactos, a los que las fachadas pintadas se les caen y nos muestran la verdadera anatomía interior, una estructura ferrosa como huesos tras la carne. Las nubes, las múltiples tonalidades en blanco y negro, las maderas amontonadas junto a los montajes que simulan una ciudad. Como fotografías de un pueblo fantasma en el que sólo queda muerte.

Quizás estos primeros pensamientos sean un poco sombríos, pero había en los cuadros una atmósfera de quietud en la que te podrías internar con facilidad, gracias a esas puertas abiertas que te invitan a deambular por las ruinas, preguntándote dónde está la vida que algún día debió de haber entre los decorados.

“Signum est”, es una pintada escrita en la pared de una de las fotografías. Y, quizás dejándome llevar por este mensaje, yo sólo podía ver signos de lo que ha perdido la vida.

Las plantas van haciéndose camino y devorando estos esqueletos. El único elemento vivo, el vegetal, se está pudriendo, se seca, y parece que su invasión no trae la revitalización de la tierra, sino que ahoga y estrangula lo que queda en pie. Hay charcos, que en ocasiones inundan una calle entera. Así como las plantas, el agua invade las fotografías, como muestra del transcurso del tiempo. La paloma que bebe del río, quizás conforma uno de los necesarios elementos de la frase hecha; “no hay vida sin muerte”. Los ocasos y amaneceres, contribuyen a este pensamiento de ciclo sin fin.

Si continuamos buceando las fotografías, otro elemento muy repetido son las puertas. Las puertas abiertas, las puertas rotas, las puertas con oscuridad que se asoma por ellas, las puertas que llevan a otras puertas, y éstas a su vez con otra puerta. El espectador, en alguna de ellas, “ha roto” una pared que cegaba un arco y puede ver lo que hay al otro lado. La respuesta sobre qué hay más allá aparece en las mismas fotografías: sólo más ruinas y un camino que conduce a la niebla.

Por otro lado, es necesario pensar que la elección situacional del artista no fue casual, y si decidió realizar su trabajo en unos abandonados estudios de cine, fue por algún motivo. ¿Por qué nos ha conducido a esas fachadas pintadas que se desgastan con el tiempo y que sólo esconden estructuras metálicas? ¿Son los edificios máscaras derrumbadas en los que tiempo atrás se desarrollaba un espectáculo del que sólo quedan residuos?

Muchos detalles y una invitación a un mundo parado en el tiempo del que no se saca ninguna conclusión en limpio. En última instancia, parece una reflexión sobre la realidad del artista, el cual da un vuelco a sus obras usuales con humanos protagonistas y pinceladas surrealistas. De todos modos, la obra conserva el instante suspendido en el tiempo, tan peculiar, que también recogen las fotografías de anteriores trabajos.

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