martes, 27 de septiembre de 2011

LA LUCHA Y EL PODER DEL SABER

Avelino Sala. Blockhouse. Sobre la construcción de un espacio de resistencia en tiempos de indolencia.

Galería Raquel Ponce, C/Alameda 5, Madrid

Paula Longás Santolaria

La unión como forma de defensa y ataque es lo que Avelino Sala parece decirnos desde su bastión cultural. La sobriedad del negro tiñe los libros que forman este búnker intelectual, que llama a todos aquellos indignados del sistema a refugiarse, no sólo para rodearse de todos aquellos que quieren promover un cambio, sino también para encontrar la documentación y el conocimiento del por qué de la resistencia a ser víctimas del conformismo. Unos libros que conduzcan las emociones de rebeldía y tensión por los caminos de la intelectualidad y el saber fundamentado. Sala hace un llamamiento de ruptura con lo establecido, con aquello que nos oprime, por un lado, creando un verdadero movimiento unido por unos pensamientos e ideas comunes que pretenden proteger la libertad de los individuos. Y por el otro lado, desde la trinchera, atacar a las fuerzas que humillan nuestros derechos y capaz de cobrar fuerza con la toma de la acción de un conjunto.

A su alrededor, acuarelas sobre los astilleros de Gijón, enfatizan el carácter político y revolucionario, y invitan a reflexionar sobre el ciclo de la historia, la repetición de la lucha del opresor y el oprimido, resaltado con los tonos en blanco y negro que nos recuerdan a la lejanía del pasado. Un cielo de contraste, con tonos azules y naranjas que muestra un bipolarismo aplicable a muchos campos; el ideal de sociedad y el presente, la clase trabajadora y la dirigente, el conformismo y la rebeldía, la ignorancia y el conocimiento, el hacer y el esperar... Busca una confrontación en nosotros que despierte, no sólo nuestro disgusto, sino también la conciencia moral de actuar para mejorar el mundo. Las imágen de ese jóven ante la dureza de los oscuros policías, el lema “Audentes fortuna iuvat”, acentúan el mensaje. Salas retoma ideas de trabajos anteriores, acercándonos a la noción de olvido de la historia. Un pasado histórico que presenta revivido con esas acuarelas.

A lo largo de la exposición contemplamos obras que acentúan conceptos de trabajos anteriores, como ese vacío que mostraba su “balón ardiente”, ese tentar del individuo al orden de lo convencional y lo establecido debido a su decepcionante relación con el mundo. Siguiendo la estela de anteriores obras, como búsqueda de los restos del fascismo en Italia, quizás pudiéramos encontrar nexos de unión; La pervivencia del control sobre la sociedad, la llamada a no dejarse engañar y despertar del ensueño del estado de bienestar que esconde la cara de las “nuevas dictaduras”.

Con una visión caótica y cargada de una gran fuerza, el artista nos manda un claro mensaje que, particularmente, me hace reflexionar sobre la posibilidad de unión real, en contraposición a ese ideal inconformista y capaz de juntarse en aras de un cambio. Una exposición que me deja un tanto escéptica y con la sensación de que el artista ha querido aprovechar y contentar al público “indignado” que tanto abunda en Madrid desde hace unos meses.

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